Capitulo 7
No podía quitarme de la cabeza la escena que acababa de vivir. No era la primera vez que veía la muerte de un ser de una forma violenta, pero nunca antes había visto un dominio tan virtuoso de un arma de fuego. Anderson la desenfundó con una gracia semblante a la de un espadachín experto y sus disparos fueron certeros como los de un arquero inglés. Sin embargo esa admiración no paso desapercibida por los veteranos ojos de Anderson, que a mi lado parecía un viejo héroe de guerra.
-No han sido malos disparos, señor –dijo Anderson permitiéndose una sonrisa condescendiente-
- Lo mejor de todo es que a mí ni me ha dado tiempo de cargar mi Vindicator. ¿Dónde has aprendido a disparar así?
-Señor, en la liberación de Shanxi aprendí muchas cosas.
Hubo una incómoda pausa. Pude observar como en los marchitos ojos de Anderson se
rememoraba una sangrienta batalla.
-Aprendí nobleza, disciplina, valor. Aprendí también como ciertos valores de un soldado son innatos. La lealtad es uno de ellos.
-Lo siento Anderson, no quería…
- no se preocupe señor; recordar viejas heridas previenen a las nuevas de aparecer.
En ese momento, no sé por qué, sentí como un reconfortante sentimiento recorrió mi cuerpo; el mismo sentimiento que tiene un niño ante el abrazo de un padre cariñoso. Pese a tener solo 15 años más que yo, había vivido más que cien hombres en dos vidas. En ese mismo instante comprendí que tenerle a bordo sería una de las mejores decisiones que habría tomado en mi corta vida.
-Señor, los rapaces se ocuparan de los cuerpos y los saqueadores de sus pertenencias. No podemos quedarnos aquí.
-Cierto. Sofía nos espera en la sala VIP del Afterlife.
Estábamos a tan solo diez minutos caminando de la entrada del Afterlife. No obstante estuve nervioso todo el camino. Tenía una extraña sensación, como si algo estuviese a punto de salir mal. No había llegado a ser Prelado Dominante sin haber tenido unos instintos finos y una “visión empresarial” desarrollada.
Al llegar a la puerta de la discoteca de mala muerte de Omega nos encontramos un gorila de dos metros y medio de altura y con una musculatura muy desarrollada.
Pertenecía a la casta de los Kaler, grandes alienígenas bípedos que se limitaban a aparecer por los sistemas exteriores solo cuando tienen negocios importantes. No obstante, aquel parecía ser un freelancer, Kaler exiliados por traición que intentan ganarse a vida con lo único que se les da bien: Protección y ejército.
-Vamos, déjame entrar… -se escucho a lo lejos como un humano le decía al Kaler-
-No vas a pasar a menos que pagues 200 créditos.
-¡¿200 créditos?! ¿A quien le has hecho pagar esa cantidad para entrar?
-A nadie, pero tú eres especial.
Poco a poco, la conversación se fue difuminando conforme Anderson y yo nos alejábamos de la puerta principal. La entrada VIP se encontraba justo en los callejones más oscuros del emporio, pero sorprendentemente hasta los criminales más osados habían aprendido a respetar aquel páramo. Mientras cruzábamos la puerta de los emporios por mi mente cruzaban cual balas pensamientos aleatorios. Quería irme de Omega; no era mi sitio y no pretendía que lo fuese. Quería reunirme con Sofía y acabar con el negocio lo antes posible. Aunque, todo sea dicho, no iba a ser fácil y tenía un presupuesto muy limitado. Las riquezas dejadas atrás en la Tierra ahora me vendrían extremadamente bien, pero conociendo a mí esposa ya se lo habrá gastado todo.
“Muchas veces sufro por ellos, incluso demasiadas. Ya no son nada mio, ya no son parte de mi vida”
Tenía que purgar mi mente de pensamientos y afinar mis reflejos y carisma al máximo. Si las historias que contaban acerca de Sofía eran ciertas seria una negociación muy reñida, incluso si Anderson pertenecía a mi lado todo el tiempo.
Sofía era una mercenaria de elite, más parecida a una asesina imperial que a una persona que vendía sus habilidades. Tenía muchas virtudes para con su profesión. Era preciosa, sensual, letal y rica; y aun así no conozco a persona capaz de zafarse de la autoridad con más facilidad que ella. Según los rumores y registros de mi nave, ella sirvió como agente Terrante bajo mi mando varias veces, en aquellos tiempos en los que todavía le ponían mi nombre a nuevas naves importantes. Las misiones que siempre le encomendábamos eran extremadamente peligrosas, con una posibilidad de defunción del 38%. Para ella no, para ella era siempre del 0%. Entre los círculos más internos de poder la llamábamos “La Ánima”; y así equipo “Los Fantasmas”. Todos los fantasmas aceptaban la autoridad de Sofía sin rechistar, y éstos no obedecían a nadie más.
Hubo un día en que los altos cargos militares se cansaron de estar utilizando a Sofía. Alegaban que era incontrolable, y que solamente respondía ante el dinero. Para ella la lealtad no significaba nada más que un cheque con muchos ceros. Y ahora, la misma persona que había autorizado el exterminio del equipo “Fantasma” iba a volver a necesitar sus servicios.
Por primera vez en mi vida, sentía respeto por una persona que no había ni conocido.
La entrada VIP del Afterlife se componía de unas escaleras coronada por una gran puerta doble llena de suciedad y agujeros de balas. A la derecha de la puerta doble se situaba un fornido guardia Katar armado hasta los dientes. Contaba con una Avenger militar de la serie K y una pistola Mantifex M98. A parte de que la actitud Katar de poca sociabilidad, los guardias de salones de noche y, sobretodo en Omega, se los entrenaba para que tuviesen conversaciones concisas y rápidas. Así se evitaba la muestra de debilidad por parte del guardia.
-¿Quiénes sois?
-Somos Salomó y Anderson. Tenemos invitación.
-¿Estáis seguros? A mí no me han dicho nada
Hubo una pequeña pausa en la que el guardia comprobaba su pad de datos holográfico con la esperanza de evitar una confrontación y dejarnos pasar. En nuestros rostros se debía notar la “predisposición” por nuestra parte de pasar a la zona VIP de forma violenta si así lo requería la situación. No estaba dispuesto a renunciar a la tan importante cita que nos aguardaba.
-Lo siento, pero aquí no me consta ninguna entrada inusual a la zona VIP. Os recomiendo la sala de abajo, seguro que encontráis algo de vuestro agrado.
-¿Seguro que a Ánima le gustaría que sus dos invitados la hagan esperar por culpa de un guardia que no conoce el significado de autoridad?
-¿¡Ánima?!
-Sofía –dije a modo de aclaración-.
La cara del Katar cambión en una fracción de segundo hacia un gesto de arrepentimiento y de vergüenza.
-Lo siento, señores. Pueden pasar ahora mismo –dijo mientras abría la puerta con celeridad mientras su pad holográfico tintineaba-.
-Procura que no vuelva a pasar, despojo.
Tras ese insulto final Anderson acarició su Revolver pesado mientras lanzaba una mirada amenazante al guardia. Las palabras de Khoral que lanzó al aire justo después de cerrar el trato con un decisivo apretón de manos rondaron mi cabeza una fracción de segundo: “ese hombre sabe cómo hacer que las cosas se hagan”. Cada momento que pasaba agradecía a Anderson su presencia.
La sala VIP del Afterlife no se parecía en nada a la sala común en las que las jóvenes y longevas Makar prostituían su cuerpo haciéndolo bailar con la gracilidad del agua. En el lugar en el que estaba las señoritas de compañía eran humanas, siendo éstas consideradas las más sexys de la comunidad galáctica.
De todas las siluetas gozosas del lugar había una tranquila, vigilante y al acecho que destacaba sobre todas las demás. Era Ánima, que se aposentaba sobre una mesa privada junto a dos de sus Fantasmas. En aquel momento y sin darme cuenta mi mano recorrió un camino familiar hacia mi pernera, donde siempre guardaba mi cuchillo de combate junto a la pistola plegada, que el guardia no había sido capaz de confiscarla.
Ánima giró la cabeza frente al aviso de uno de sus fantasmas. Ninguno de los dos era humano. El que la aviso contaba con una complexión atlética, pero no corpulenta. Llevaba todas sus armas encima; armas que no supe reconocer. El otro tenía aspecto de ser el apoyo pesado del equipo, que aunque no llevaba encima su arma, tenia brazos de artillero.
Un tercer fantasma surgió de la sombra, justo detrás de nosotros y se dirigió carismáticamente a mí con una educación exquisita.
-Señor Salomó, Sofía la está esperando pacientemente desde hace una hora. No ha debido llegar tarde.
-No ha sido culpa nuestra señor…
-No necesita saber mi nombre. Ya sé que no ha sido culpa suya; nos aseguraremos de que el guardia de la entrada no se le ocurra volver a hacer esperar a uno de los jefes de la sala VIP.
“¿Jefa de la sala VIP? A Ánima las cosas le habían ido bien desde la persecución en las salas del consejo militante de la Tierra.”
-Si tienen la amabilidad de acompañarle, le hemos preparado una silla junto a la mesa de Sofía.
-¿Ánima se acuerda del pequeño altercado que hubo en su contra por parte del consejo terrestre?
-Créame, señor Salomó, que vive con eso.
A lo lejos observé como una silueta encendía su pad de datos holográfico y dictaba ciertas órdenes a través de él. La persona que nos acompañaba las recibió al instante e insistió en que fuésemos lo antes posible. Ánima no era famosa por su paciencia infinita.
Mientras Anderson y yo nos acercábamos a las miradas de los dos fantasmas convergieron en nuestras armas. Al contrario que en la mansión de Khoral los escáneres biométricos no eran necesarios en esa situación. La percepción de mis anfitriones era más que suficiente para detectar la más mínima anomalía. Con un rápido gesto, tanto mi pistola como mi cuchillo desaparecieron de mis perneras.
-No hay razón para desconfiar de la persona que te brindará una nueva oportunidad, Salo.
-¿Salo? ¿Hay alguna razón para que me llames así?
-Por supuesto. Me sorprende que habiendo sido uno de los que me desterraron de la tierra, no te acuerdes de mi, hermano.
Una risa ahogada surgió de los labios de “bien hallada” hermana al ver mi cara de estupefacción. Este hecho acababa de cambiar el curso de mi viaje de una manera emocionante.
No podía quitarme de la cabeza la escena que acababa de vivir. No era la primera vez que veía la muerte de un ser de una forma violenta, pero nunca antes había visto un dominio tan virtuoso de un arma de fuego. Anderson la desenfundó con una gracia semblante a la de un espadachín experto y sus disparos fueron certeros como los de un arquero inglés. Sin embargo esa admiración no paso desapercibida por los veteranos ojos de Anderson, que a mi lado parecía un viejo héroe de guerra.
-No han sido malos disparos, señor –dijo Anderson permitiéndose una sonrisa condescendiente-
- Lo mejor de todo es que a mí ni me ha dado tiempo de cargar mi Vindicator. ¿Dónde has aprendido a disparar así?
-Señor, en la liberación de Shanxi aprendí muchas cosas.
Hubo una incómoda pausa. Pude observar como en los marchitos ojos de Anderson se
rememoraba una sangrienta batalla.
-Aprendí nobleza, disciplina, valor. Aprendí también como ciertos valores de un soldado son innatos. La lealtad es uno de ellos.
-Lo siento Anderson, no quería…
- no se preocupe señor; recordar viejas heridas previenen a las nuevas de aparecer.
En ese momento, no sé por qué, sentí como un reconfortante sentimiento recorrió mi cuerpo; el mismo sentimiento que tiene un niño ante el abrazo de un padre cariñoso. Pese a tener solo 15 años más que yo, había vivido más que cien hombres en dos vidas. En ese mismo instante comprendí que tenerle a bordo sería una de las mejores decisiones que habría tomado en mi corta vida.
-Señor, los rapaces se ocuparan de los cuerpos y los saqueadores de sus pertenencias. No podemos quedarnos aquí.
-Cierto. Sofía nos espera en la sala VIP del Afterlife.
Estábamos a tan solo diez minutos caminando de la entrada del Afterlife. No obstante estuve nervioso todo el camino. Tenía una extraña sensación, como si algo estuviese a punto de salir mal. No había llegado a ser Prelado Dominante sin haber tenido unos instintos finos y una “visión empresarial” desarrollada.
Al llegar a la puerta de la discoteca de mala muerte de Omega nos encontramos un gorila de dos metros y medio de altura y con una musculatura muy desarrollada.
Pertenecía a la casta de los Kaler, grandes alienígenas bípedos que se limitaban a aparecer por los sistemas exteriores solo cuando tienen negocios importantes. No obstante, aquel parecía ser un freelancer, Kaler exiliados por traición que intentan ganarse a vida con lo único que se les da bien: Protección y ejército.
-Vamos, déjame entrar… -se escucho a lo lejos como un humano le decía al Kaler-
-No vas a pasar a menos que pagues 200 créditos.
-¡¿200 créditos?! ¿A quien le has hecho pagar esa cantidad para entrar?
-A nadie, pero tú eres especial.
Poco a poco, la conversación se fue difuminando conforme Anderson y yo nos alejábamos de la puerta principal. La entrada VIP se encontraba justo en los callejones más oscuros del emporio, pero sorprendentemente hasta los criminales más osados habían aprendido a respetar aquel páramo. Mientras cruzábamos la puerta de los emporios por mi mente cruzaban cual balas pensamientos aleatorios. Quería irme de Omega; no era mi sitio y no pretendía que lo fuese. Quería reunirme con Sofía y acabar con el negocio lo antes posible. Aunque, todo sea dicho, no iba a ser fácil y tenía un presupuesto muy limitado. Las riquezas dejadas atrás en la Tierra ahora me vendrían extremadamente bien, pero conociendo a mí esposa ya se lo habrá gastado todo.
“Muchas veces sufro por ellos, incluso demasiadas. Ya no son nada mio, ya no son parte de mi vida”
Tenía que purgar mi mente de pensamientos y afinar mis reflejos y carisma al máximo. Si las historias que contaban acerca de Sofía eran ciertas seria una negociación muy reñida, incluso si Anderson pertenecía a mi lado todo el tiempo.
Sofía era una mercenaria de elite, más parecida a una asesina imperial que a una persona que vendía sus habilidades. Tenía muchas virtudes para con su profesión. Era preciosa, sensual, letal y rica; y aun así no conozco a persona capaz de zafarse de la autoridad con más facilidad que ella. Según los rumores y registros de mi nave, ella sirvió como agente Terrante bajo mi mando varias veces, en aquellos tiempos en los que todavía le ponían mi nombre a nuevas naves importantes. Las misiones que siempre le encomendábamos eran extremadamente peligrosas, con una posibilidad de defunción del 38%. Para ella no, para ella era siempre del 0%. Entre los círculos más internos de poder la llamábamos “La Ánima”; y así equipo “Los Fantasmas”. Todos los fantasmas aceptaban la autoridad de Sofía sin rechistar, y éstos no obedecían a nadie más.
Hubo un día en que los altos cargos militares se cansaron de estar utilizando a Sofía. Alegaban que era incontrolable, y que solamente respondía ante el dinero. Para ella la lealtad no significaba nada más que un cheque con muchos ceros. Y ahora, la misma persona que había autorizado el exterminio del equipo “Fantasma” iba a volver a necesitar sus servicios.
Por primera vez en mi vida, sentía respeto por una persona que no había ni conocido.
La entrada VIP del Afterlife se componía de unas escaleras coronada por una gran puerta doble llena de suciedad y agujeros de balas. A la derecha de la puerta doble se situaba un fornido guardia Katar armado hasta los dientes. Contaba con una Avenger militar de la serie K y una pistola Mantifex M98. A parte de que la actitud Katar de poca sociabilidad, los guardias de salones de noche y, sobretodo en Omega, se los entrenaba para que tuviesen conversaciones concisas y rápidas. Así se evitaba la muestra de debilidad por parte del guardia.
-¿Quiénes sois?
-Somos Salomó y Anderson. Tenemos invitación.
-¿Estáis seguros? A mí no me han dicho nada
Hubo una pequeña pausa en la que el guardia comprobaba su pad de datos holográfico con la esperanza de evitar una confrontación y dejarnos pasar. En nuestros rostros se debía notar la “predisposición” por nuestra parte de pasar a la zona VIP de forma violenta si así lo requería la situación. No estaba dispuesto a renunciar a la tan importante cita que nos aguardaba.
-Lo siento, pero aquí no me consta ninguna entrada inusual a la zona VIP. Os recomiendo la sala de abajo, seguro que encontráis algo de vuestro agrado.
-¿Seguro que a Ánima le gustaría que sus dos invitados la hagan esperar por culpa de un guardia que no conoce el significado de autoridad?
-¿¡Ánima?!
-Sofía –dije a modo de aclaración-.
La cara del Katar cambión en una fracción de segundo hacia un gesto de arrepentimiento y de vergüenza.
-Lo siento, señores. Pueden pasar ahora mismo –dijo mientras abría la puerta con celeridad mientras su pad holográfico tintineaba-.
-Procura que no vuelva a pasar, despojo.
Tras ese insulto final Anderson acarició su Revolver pesado mientras lanzaba una mirada amenazante al guardia. Las palabras de Khoral que lanzó al aire justo después de cerrar el trato con un decisivo apretón de manos rondaron mi cabeza una fracción de segundo: “ese hombre sabe cómo hacer que las cosas se hagan”. Cada momento que pasaba agradecía a Anderson su presencia.
La sala VIP del Afterlife no se parecía en nada a la sala común en las que las jóvenes y longevas Makar prostituían su cuerpo haciéndolo bailar con la gracilidad del agua. En el lugar en el que estaba las señoritas de compañía eran humanas, siendo éstas consideradas las más sexys de la comunidad galáctica.
De todas las siluetas gozosas del lugar había una tranquila, vigilante y al acecho que destacaba sobre todas las demás. Era Ánima, que se aposentaba sobre una mesa privada junto a dos de sus Fantasmas. En aquel momento y sin darme cuenta mi mano recorrió un camino familiar hacia mi pernera, donde siempre guardaba mi cuchillo de combate junto a la pistola plegada, que el guardia no había sido capaz de confiscarla.
Ánima giró la cabeza frente al aviso de uno de sus fantasmas. Ninguno de los dos era humano. El que la aviso contaba con una complexión atlética, pero no corpulenta. Llevaba todas sus armas encima; armas que no supe reconocer. El otro tenía aspecto de ser el apoyo pesado del equipo, que aunque no llevaba encima su arma, tenia brazos de artillero.
Un tercer fantasma surgió de la sombra, justo detrás de nosotros y se dirigió carismáticamente a mí con una educación exquisita.
-Señor Salomó, Sofía la está esperando pacientemente desde hace una hora. No ha debido llegar tarde.
-No ha sido culpa nuestra señor…
-No necesita saber mi nombre. Ya sé que no ha sido culpa suya; nos aseguraremos de que el guardia de la entrada no se le ocurra volver a hacer esperar a uno de los jefes de la sala VIP.
“¿Jefa de la sala VIP? A Ánima las cosas le habían ido bien desde la persecución en las salas del consejo militante de la Tierra.”
-Si tienen la amabilidad de acompañarle, le hemos preparado una silla junto a la mesa de Sofía.
-¿Ánima se acuerda del pequeño altercado que hubo en su contra por parte del consejo terrestre?
-Créame, señor Salomó, que vive con eso.
A lo lejos observé como una silueta encendía su pad de datos holográfico y dictaba ciertas órdenes a través de él. La persona que nos acompañaba las recibió al instante e insistió en que fuésemos lo antes posible. Ánima no era famosa por su paciencia infinita.
Mientras Anderson y yo nos acercábamos a las miradas de los dos fantasmas convergieron en nuestras armas. Al contrario que en la mansión de Khoral los escáneres biométricos no eran necesarios en esa situación. La percepción de mis anfitriones era más que suficiente para detectar la más mínima anomalía. Con un rápido gesto, tanto mi pistola como mi cuchillo desaparecieron de mis perneras.
-No hay razón para desconfiar de la persona que te brindará una nueva oportunidad, Salo.
-¿Salo? ¿Hay alguna razón para que me llames así?
-Por supuesto. Me sorprende que habiendo sido uno de los que me desterraron de la tierra, no te acuerdes de mi, hermano.
Una risa ahogada surgió de los labios de “bien hallada” hermana al ver mi cara de estupefacción. Este hecho acababa de cambiar el curso de mi viaje de una manera emocionante.